Ayer miércoles falté a mi clase de la tarde y llegué temprano a casa, mi plan: Cambio de habitación.
Sí, al menos dos veces por año nos cambiamos de habitación, creo que lo he contado antes, pero lo repito, mi habitación en invierno es un cubito de hielo, así que nos amontonamos mitad del año, bien revueltos y mezclados como familia. Pero llegua septiembre, fiestas patrias, sol, primavera... Entonces es el cambio. No sé porqué no me quería cambiar, pero ya que lo hice recordé lo reconfortante que es mi habitación en estos meses, debo confesar que se me había olvidado lo que es tener una habitación solita para uno, sin mencionar la ventaja y suerte de que mi habitación probablemente es la más grande de la casa (una cabañita construida en la parte de atrás, unida a la casa).
Si bien terminé muy cansada ayer, hoy logro sentir poco a poco la comodidad y frutos del esfuerzo. Claro que aún falta que se muden las demás habitaciones y tomen sus lugares correspondientes, razón por la cual la mitad de mi habitación tiene ropa que no es mía y algunos libreros de mi hermana, pero es lo de menos, está mi cama, mi escritorio, mi librero y mi armario... tengo mucho por lo cual agradecer.
Besos !
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